Bajo el capó de los vehículos, se encuentra uno de los desafíos más importantes en el campo del reciclaje: las baterías. Estos dispositivos contienen elementos altamente contaminantes, como el plomo y el ácido sulfúrico. Sin embargo, una buena noticia es que casi todas sus partes son reciclables.
Con el objetivo de garantizar una gestión integral de estos residuos peligrosos, siete productores de baterías se unieron para formar la iniciativa llamada «BAPU».
El proceso comienza en los talleres, donde se verifica la vida útil y la capacidad de arranque de las baterías usadas. Luego, los propietarios pueden entregar sus baterías viejas y recibir un descuento de hasta el 10% en el precio de una nueva batería.
Hasta 500 años tarda una llanta en descomponerse ¿cómo reciclarla?
Las baterías descartadas se almacenan y luego son enviadas a una de las dos plantas especializadas ubicadas en Guayaquil y Quito, donde continúa el proceso de reciclaje.
Cada año, se comercializan en el mercado ecuatoriano alrededor de un millón de baterías de plomo, de las cuales se recupera hasta un 95%.
Pero, ¿qué sucede con el residuo restante?
Según expertos en economía circular y en ambiente, salud y seguridad, como Carolina Sánchez de BAPU y Alywin Hacay de Tecnova, es fundamental dejar el manejo de estos residuos peligrosos en manos expertas.
Los electrolitos de las baterías pueden derramarse y contaminar el suelo y el agua, y la exposición a los componentes de las baterías puede afectar la salud.
La iniciativa BAPU es un ejemplo de economía circular, en la que se fabrica una y otra vez un producto únicamente a través del reciclaje de los residuos, asegurando así una gestión adecuada de las baterías usadas y evitando la contaminación del medio ambiente.
Con esta iniciativa, Ecuador avanza hacia un enfoque más sostenible en el manejo de las baterías de carros, promoviendo la reutilización y el reciclaje como medidas clave para reducir el impacto ambiental y proteger la salud de la población.